#EL MUNDO Y SUS HORRORES

En 1925 y habiéndose producido un optimismo y esperanza ilimitada, la coyuntura provenía de los “buenos” signos “económicos” basados en una importante suba en el precio de los terrenos en una zona de EEUU, este crecimiento voluminoso pasó rápidamente a la bolsa que duplicó el intercambio de acciones en menos de un año (1928). Los bancos intervinieron en la especulación alentándola con créditos, es decir que se compraban acciones mediante préstamos que se avalaban con las acciones compradas.

No había bifurcaciones, cualquier camino conducía a Wall Street, cambiando la cultura de la producción por la de la especulación, a esta altura debo decir que cualquier parecido es “pura” coincidencia.

El voluminoso crecimiento bursátil hizo que cualquier método para modificar su tamaño, con el simple motivo de control, fuera imposible de aplicar. Pero además en un mundo donde se proclama libertad suena difícil y peligroso regular, pero una cosa es la libertad individual de poder uno ir donde quiera y otra la libertad de que nos dejen sin ella, el término es el mismo pero no su significado.

En los cuatro años siguientes a 1929 ya no solo los bancos financiaban las compras bursátiles, sino que intervenían empresas y hasta particulares, haciendo del crecimiento algo desbordante y por tanto limitando al estado en su tarea de control. Se crearon así nuevas compañías que lo que hacían era que se pudieran vender sus acciones y solo adivinando el futuro de ellas, pensando que iban a ser de un venturoso porvenir, ya eran “solventes” aunque no por el momento, si potencialmente.
Comenzaron así a aparecer empresas que diversificaban las inversiones en múltiples, todo funcionaba mediante la sospecha fantasmal del rédito, como consecuencia de que todo el sistema estuviera al servicio de la especulación.
Claro que no fue toda la población la que tuvo acceso a esta “natural” forma de vivir que es hacerlo con las pingues que nos da el dinero, sino que como siempre, unos pocos fueron los artífices que sojuzgaron a muchos para después decir que se había vivido por sobre las posibilidades y para esto se encontró culpables, nada menos que cualquier ciudadano aunque no sepa nada de inversiones.

A todo esto, el corto plazo fue el tiempo imperante en la inversión y la información bursátil estaba hasta en los transatlánticos.
El principio de la depresión encontró un atempero en voces que defendían sin convicción una aparente marea que iba armando el ciclón (nuestro tsunami), por un tiempo estas voces de personajes destacados cumplieron su cometido y el problema se aquietó simplemente para tomar impulso, pronto las caídas y subidas eran normales en los gráficos. Una combinación de retraso en la información bursátil y caída en los precios produjo el desenlace de una sospecha sostenida acuñada en tanta fantasmagórica ambición.

Mientras el pánico formaba tumultos, la información telegráfica daba cuenta del colapso, un ingenuo aporte de capital terminó por retrasar le vendaval un poco más, pero una vorágine vendedora terminó por decantar lo que el tiempo y el manipuleo hicieron de una economía lenta pero sana convirtiéndola en vidriosa e insana por medio de una especulación desenfrenada, tanto como su vertiginosa caída. El deseo de vender acciones era tan compulsivo como lo fue en un principio la compra.

Los parámetros que forjaron la causa:
La especulación impactando sobre una economía productiva, la mala distribución de la renta: pocos tenían mucho, muchos tenían poco. Añadiendo a todo esto la complicidad de los bancos en el entramado y el sublime desconocimiento sobre economía, digamos a este respecto que los números coinciden las personas y que la economía es una herramienta de la política y no al revés.

Esto fue en resumen el Crash de 1930, algún parecido con lo que nos pasa ahora: 84 años después es una simple coincidencia paradojal.

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